LA NEGRITA
Por ROBERTO CARRASCO, OMI
Cuenta la historia que un
viejo sacerdote en el jardín de la Casa General de su Congregación antes de
irse quiso dejar sembrado una MAGNOLIA LLIFLORA "Nigra".
Todos los misioneros que vivimos en la
casa lo recordamos siempre. Nunca el jardín estuvo tan vivo como cuando él
estaba allí dedicándose. Cada vez que entrábamos o salíamos lo veíamos
trabajar. Siempre con una sonrisa en los labios nos decía: "¡Que tengas un
bonito día!".
Una vez le pregunté. "¿Te gusta trabajar en el
jardín?". Muy sabia respuesta me dio. "No es un gusto, es que quiero
ocuparme en algo bueno. Y estar con las plantas es reconocer en ellas la
belleza de todo lo creado". "¡Inténtalo!"... me dijo con énfasis.
Cada cosecha de ajíes, cada fruta cosechada, cada verdura era simplemente para
compartirla. Le encantaba dedicarse a ello. Cuando no estaba en casa, porque se
ausentaba por algunos días, pedía a uno de nosotros a que nos dedicásemos un
rato a regar un poco de agua por las noches. "La vida comunitaria es como este
jardín", me dijo. "Si le dedicas tiempo y entrega puedes obtener de
ella sus mejores colores y sus mejores momentos".
Yo me quedé pensando
sobre esto. "¡Mira los grandes pinos que están allí. Pareciera que no
hacen nada, pero los años le han enseñado a estos viejos pinos que su presencia
es ya un gran trabajo". Y de veras, mirar los pinos es diferente que
contemplarlos. Su grandeza y su fortaleza es fruto de tantos años en medio de
las tormentas, de los momentos fríos o de los fuertes días de sol. Lo
bonito de ello es que en ningún momento -los pinos-, por más grandes y viejos
opacan la belleza de los pequeños.
Todo lo contrario, estar cerca de ellos es
reconocer cuanta VIDA encierra cada uno. Si ellos hablaran qué nos dijeran.
Este viejo pino sabe dar espacio al pequeño árbol para que también sepa
aprovechar de los rayos del sol.
Cada primavera era una ocasión para saltar de alegría. Verlo
correr con la sonrisa en el rostro hacia el jardín. Verlo como se alegraba
cuando brotaba no sólo una flor, sino muchas. TODAS A LA VEZ MOSTRABAN LO MEJOR
QUE TENÍAN, Y NINGUNA DE ELLA OPACABA A LA OTRA. De eso se trata la vida en
común.
Hasta incluso, aquellas a quienes no le daba el fuerte sol, esas
que parecían escondidas entre las ramas. Ellas también, si te les acercabas te
mostraban lo mejor que tienen, lo bellas que pueden ser. PERO HAY QUE
ACERCARNOS, de lo contrario, no sabemos nada de ellas. Esta magnolia
tiene la característica de ser NEGRITA. Y eso le da el tono especial. Sus
grandes pétalos, sus fuertes ramas, sus fuertes raíces, pero sobretodo su bella
textura, da la impresión de que se trata de una flor que parece delicada, pero
es fuerte. Será porque viene del Oriente.
Cada primavera temprana nos saluda.
Es típica de ella mostrar sus grandes flores rosas o púrpuras. Aquí en la Casa
General, ella nos está avisando que la primavera está muy cerca. No es un árbol
propiamente europeo pero ha sabido adaptarse a Europa y mostrarse como es:
BELLA. La vida de este viejo sacerdote, -creo que toda su vida-, es como
esta magnolia. Su sencillez, su entrega, su color, nos avisa que la primavera
de la vida religiosa está cerca.
ES POSIBLE CRECER SIENDO UN ARBUSTO, PERO EN
MEDIO DEL JARDÍN Y EN MEDIO DE LOS VIEJOS PINOS, LAS FLORES ROJAS O PÚRPURAS NOS SEÑALAN
QUE LA VIDA TIENE COLORES ESPECIALES. NO TODO ES VERDE NI SECO. Sólo basta con
acercarnos para conocernos mejor.
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