Esa
noche en su casa, Papaya se fue a escribir por varias horas. Recordaba sus
viejas clases de comunicación que tuvo cuando pasó por su primera escuela
cuando era todavía un “cacha bagre”; cuando miraba con una sonrisa a ese
italiano que lo inspiraba y le hacía soñar. Él era un pequeño soñador. Por esos
años mientras estudiaba, en la otra parte del mundo, el antecesor de Mr Hayek sufría por la famosa “compuerta de agua”. Sin embargo, la ilusión de este
“soñador” nadie se lo robaba.
“Voy
a ser un militar y seré un día un gran comanche…”, pensaba cada cierto
tiempo, aunque de pequeño también se le pasaba por la mente seguir las huellas
del hijo de Margarita.
Esas
clases de comunicación – cuando era un
“tierno” cadete vestido de blanco, con su cigarro en la boca, sobretodo por las
noches cuando fumaba mientras sus colegas dormían – le venían a la mente y
se interrogaba sobre aquellas utopías que empezaron a nacer en sus años mozos.
Utopías de la comunicación que no le dejaban tranquilo. Esa noche, tomando un
viejo libro de su estante, encontró aquel párrafo que subrayó hace años. El
párrafo decía:
“El planeta debe ser ‘administrado’ por los
industriales como una ‘gran sociedad de industria’, y no ‘gobernado’ por un
Estado que lo tutele”…
Fueron las palabras del viejo socialista utópico de Saint
Simon. Este francés logró meterse en la cabeza de Papaya: “Todo por el vapor y
la electricidad”. Empezaba así su sueño de recorrer el mundo a través de la
comunicación.
Su
sueño de construir “puentes y redes” lo empujó a vestir de blanco. Esa noche se
propuso escribir – añadiendo a los cinco puntos tratados en el capítulo
anterior – los temas que en principio lo motivaban a volverse un día un 'gran
comanche'. Ya en el país de Mr. Hayek había aprendido siendo marino agregado cómo
lograr esos sueños de llegar un día a comandar su propia Pipa. Naturalmente,
era consciente que un proyecto de ese tipo no lo podía lograr solo. No le
bastaba solo su inteligencia y su audaz atrevimiento, ni siquiera su profunda
fe, necesitaba a como dé lugar trabajar un proyecto que satisfaga al New Big
Seathel.
Un
día en el país de las grandes metrópolis y rascacielos, participó como agregado
en un cerrado “Meeting
of high Rendezvous representatives”. De pie y en silencio fue testigo de lo que
se había empezado a tramar contra la tierra sin majos. Del cómo se iban
tejiendo los hilos estratégicos para llegar a poseer todas las exquisitas ollas con la
ayuda de cada Chanchito Pelón y de todo invitado que se quiera involucrar. Es
allí donde se le prendió el foco y como buen fumador, no quiso pasar la
oportunidad de querer involucrarse en dicha empresa.
Se
alzó de su silla y empezó a buscar como loquito un mapa que le ayude a entender
quienes serían los involucrados en esta tierra sin majos, quienes la habitan,
cuál es su historia, qué área total abarca toda esta magna región, qué
características tiene la población que en ella habita, pero sobretodo cuáles
son esas amenazas con las cuáles podrían encontrarse e impidan el logro del objetivo mayor: Poseer como sea todas las ollas y entregárselas a Mr Chef. De
cualquier forma, si no hay amenazas, hay que crearlas, hay que inventarlas, o por lo menos, hacerles
creer a los invitados y a los hijos de la Yacu Mamma Mia que son necesarios
tales proyectos y programas por la "soberanía de la nación".
Al
día siguiente, como buen oficial se levantó muy temprano – a pesar de que había
dormido poco como usualmente lo hacía – fue y tomo un puñado de yerba y lo metió
en el bolsillo de su pantalón. Solo la yerba le daba esa tranquilidad en los
momentos de luz que él buscaba cada vez que quería imponer sus ideas. Ya en el
hall de su oficina se encontraban los coquitos. Un grupo de mujeres y varones
cada uno portando un file muy apetitoso lleno de estudios y propuestas.
Para
ese día Gemelo ya había previsto un “pool of experts”, todos ellos técnicos y
perspicuos ‘realizadores de sueños’. En uno de los files se leía: “Si el plan
no funciona, cambia el plan pero no cambies la meta”. Gemelo, ya tenía en su
lista a todos los que él muy bien necesitaba, incluso se hallaba en medio del
grupo, y con un cierto perfil bajo, su leal amigo “el Mascafierro”.
Continuará...
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