Hoy es un día dedicado a nuestros hermanos Oblatos difuntos. Un día donde como comunidad no solo traemos a la memoria a aquellos que nos han dejado un testimonio de vida oblata en la misión, sino también a aquellos por quienes debemos orar más.
En la primera lectura hemos escuchado a Pablo que nos mete dentro de un grueso y profundo tema: LA SALVACIÓN DE ISRAEL. Un pueblo acostumbrado a caer en la presunción, en la obstinación de sentirse elegido. Allí surge la pregunta ¿Dios abandonará a su pueblo? La respuesta es: aunque el pueblo sea endurecido Él no abandonará a su pueblo. Esta infidelidad de Israel provoca que muchos otros pueblos también sean salvados. Porque en la lógica, en la esencia de Dios existe solo LA BONDAD. Hubiese sido digno de un pueblo que se siente elegido que se preocupase también por el bien espiritual de los demás. Menos mal que en medio de todo esto surge un pequeño resto de Israel que sigue a Jesús.
Un Jesús que lo vemos hoy sábado acudiendo a una invitación hecha por un “jefe” de los fariseos. Jesús sabía que se exponía al acecho, quizás a una conspiración para tenderle una trampa. Pero igual, curó a un hombre enfermo en día sábado. Y no demoró en hacerles una pregunta frente a la calumnia, que ya nacía en las mentes de los que estaban presentes. Pero ninguno fue capaz de responder a ese desafío que Jesús les lanza. Jesús es modelo, porque sutilmente los lleva a sus adversarios al verdadero camino: EL DE LA HUMILDAD Y EL DE LOS POBRES.
“¿Qué cosa más divertida que ver cómo todo lo hacen conforme a preceptos determinados, cual si sus actos estuvieran sujetos a reglas matemáticas cuya omisión implicase sacrilegio? ¿Cuántos nudos tendrán las sandalias; de qué color será el cinto; qué número de ropas habrán de vestir; cuál será la materia y la longitud del cinto; qué forma y dimensiones tendrá la capilla; cuántos dedos de ancho el cerquillo, y cuántas horas han de dormir?”