Su familia y los inicios de su vida cristiana
Al norte de Aix de Provenza en Saint -
Cannat, el 2 de abril de 1788, nace FRANCISCO DE PAULA ENRIQUE TEMPIER;
ese mismo día lo Bautizaron. Sus padres: Juan José Tempier y
Juana Bourdon. Sus Hermanos: Juan Pedro, María Rosa, María Magdalena,
Isabel Francisca y José Santos. Su familia es de honrados campesinos. Años más
tarde en la Parroquia de San Salvador en 1799
Enrique Tempier recibe su Primera Comunión con sus amigos, Miguel
Figuière y Juan José Reynaud, que después llegaron a ser sacerdotes. Es el
quinto de seis hijos.
En Francia allá por 1789 se
desata la Revolución Francesa. El 12 de julio de 1790 se da la Constitución Civil del Clero y con
esto se daña aun más la Iglesia. Varias iglesias de Aix habían sido cerradas o
entregadas a los sacerdotes constitucionales o juramentados. Lo que afectaba
las costumbres y la manera de vivir la fe de los franceses; específicamente, en
estos territorios donde les tocó crecer y desarrollarse como familia a los
esposos Tempier Bourdon. A pesar de todo
había sacerdotes que permanecían fieles, pero llega los años 1793 a 1794 donde se
da la Época de Terror. La Iglesia es perseguida. No podía faltar el retorno de
una cierta tranquilidad a Francia y el 16 de julio de 1801 se restablece la paz
religiosa, con el Concordato entre el Papa Pío VII y Napoleón.
Entrada al Seminario
Así comenzándole sus
inquietudes vocacionales, en 1803 empezó los estudios en el Seminario menor,
donde más adelante en 1810 con su amigo Miguel Figuière ingresan al Seminario
mayor confiado a los sacerdotes sulpicianos. La capacidad intelectual que era
característica en su persona hace que de 1813 a 1814, Tempier ocupase la
cátedra de Humanidades en el Seminario menor y el 26 de marzo de 1814 en
medio de sus ocupaciones de estudiante de teología y profesor, le llega el
momento de recibir la gracia de ser hijo predilecto de Dios, fue ordenado sacerdote. Una de sus primeras tareas como neo
sacerdote, le toca vivir lo que resta de 1814 a 1815 en la Parroquia San
Cesáreo de Arles, dedicándose a las misiones, confesiones, predicación, obras
de caridad, administra sacramento de bautismo, “catecismo todos los días”; con
todo esto, nada quedará ajeno a su celo por la Iglesia.
Su vinculación con Eugenio
Por ese tiempo pasaba que
el P. Eugenio de Mazenod, un sacerdote compañero de seminario y preocupado por
una futura obra que llegó a concretarse más adelante, buscaba alguien entre el
clero joven que compartiera su preocupación por la Iglesia y que fuera un amigo
según su corazón. Escribe el 12 de setiembre de 1814 a Carlos
Forbin-Janson, diciéndole: “En medio de todo este ajetreo, estoy solo.
Tú eres mi único amigo -en toda la fuerza del término- porque de esos amigos
buenos y virtuosos, pero a los que faltan tantas otras cosas, no ando escaso.
Pero ¿Para qué sirven? ¿Son capaces de suavizar una pena? ¿Se puede conversar con ellos del bien
mismo que se quisiera hacer? ¡Para qué! No se sacarían más que elogios o
desaliento”. El futuro Fundador indica aquí claramente lo que buscaba: un
confidente, un colaborador animado por este mismo celo.
De puño y letra
Y el 9 de Octubre de 1815
aparece formalmente el P. Eugenio de Mazenod quien le dirige de puño y
letra al P. Tempier una Carta de Invitación a pertenecer a una
institución dedicada a las misiones rurales de Aix. Tenía el P. Tempier unos 27
años. Veamos algunos párrafos de esta carta:
“Mi querido amigo: Lea esta carta ante su crucifijo, dispuesto a
escuchar solamente a Dios y a cuanto su
gloria y la salvación de las almas exijan de un sacerdote como usted. Imponga
silencio a la codicia, al amor a los gustos y comodidades, tenga en cuenta la
situación de los habitantes del campo, el
estado de la religión entre ellos, la apostasía que cada vez se propaga
más y causa estragos horrendos... consulte con
su corazón lo que deberá hacer para remediar esos desastres y, luego
conteste a mi carta.
Pues bien, amigo, le digo sin entrar en mayores detalles que usted es
necesario para la empresa que el Señor
nos ha inspirado... hemos puesto los cimientos de una obra que proporcionará
asiduamente fervorosos misioneros a las zonas rurales.
La felicidad nos espera en esta santa asociación que no tendrá más que
un solo corazón y un alma sola,... no le digo más de momento... Si, como
espero, quiere ser de los nuestros,... es que queremos escoger hombres de buena
voluntad y valentía para seguir las huellas de los apóstoles. Es importante
poner cimientos sólidos; es necesario establecer e introducir la máxima
regularidad en la casa en cuanto nos hayamos metido en ella. Y precisamente
para eso es Ud. necesario, porque sé que es capaz de abrazar una regla de vida
ejemplar y de perseverar en ella...”
Y el 27 de Octubre de 1815
responde la carta, como no estaba firmada, decide asegurarse con un
amigo de que era Eugenio de Mazenod quien se lo escribía. Le dice:
“¡ Bendito sea Dios que le ha inspirado el proyecto de preparar para los
pobres, para los habitantes de nuestros campos, para aquellos que más necesidad
tienen de ser instruidos en religión, una casa de misioneros que irán a
anunciar las verdades de la salvación! Comparto plenamente sus ideas, mi
querido compañero, y, lejos de esperar nuevos requerimientos para ingresar en
esa santa obra tan conforme a mis deseos, le confieso que de haber conocido
antes su proyecto me hubiese adelantado a rogarle que me recibiera en su
asociación. Tengo que agradecerle, por tanto, que me haya juzgado digno de
trabajar para la gloria de Dios y la salvación de las almas...” .
El P. Tempier le manifiesta
su afecto y dedicación al P. de Mazenod, le escribe: “Señor y querido
socio,... Santo amigo y verdadero hermano no sé como agradecerle cuanto ha
hecho por mi salvación. Ud. es de verdad el amigo más querido de mi corazón”. Al leer Eugenio la respuesta, está convencido
de haber encontrado al colaborador que buscaba. En una carta dirigida al P. Tempier el
Fundador le señala: “Me hacía presentir mi corazón, queridísimo amigo y buen
hermano, que ud. sería el hombre que Dios me reservaba para ser mi consuelo”. Con
esto queda sellado de ahora en adelante la relación íntima de amigo que comenzó
a tener con Eugenio de Mazenod.
La primera comunidad en Aix
El 27 de diciembre de 1815 fue el primero en alojarse en la pieza que Eugenio había comprado del antiguo convento de las carmelitas. Comprometiéndose a formar parte de la nueva comunidad. El 15 de diciembre de 1816 a pedido del Fundador contribuyó a la redacción y el perfeccionamiento de las Constituciones y Reglas. En enero de ese año comienzan a vivir en común, así quedó formada lo que se conocerá después como los Misioneros de Provenza
Acerca de esto el P. Tempier escribía: “... Por fin, el 25 de enero
de 1816, día en que nos habíamos fijado para reunirnos, con ocasión de la
fiesta de la conversión de San Pablo, dejamos ambos definitivamente la casa
paterna y nuestras familias para tomar posesión de nuestra humilde morada y no
dejarla más. Es un día memorable que jamás olvidaré mientras viva... Sin
embargo, vivimos allí solos durante unas tres semanas. Sólo a mediados de
febrero vinieron a unirse a nosotros los Srs. Mye, cierto Icard y Deblieu”.
Para el 29 de enero se da la
Erección Canónica de la nueva Sociedad.
Entre Febrero y marzo después de un retiro de 10 días, fueron a predicar la Misión de Grans.
El Jueves Santo, 11 de abril del mismo año, él y Eugenio de Mazenod, se comprometieron con
voto de obediencia recíproca. Así el P. Tempier pasa a ser el confidente y el
“amigo íntimo” del fundador y lo seguirá siendo hasta la muerte de éste, el año
de 1861.
De ahí entre 1816 al 1818
participa en las Misiones de Fuveau, Mouries y Puget. Y sucedió que en 1817 en
París, debido a una serie de fracasos que ponen en peligro sus obras en Aix y
Provenza, Eugenio piensa por un momento en abandonarlas. Interviene Tempier
animándolo a seguir adelante; esta actitud la tendrá siempre que encuentra en apuros o situaciones difíciles a Eugenio.
El 23 de octubre de 1817
Eugenio recibe el ofrecimiento de mandar misioneros a Córcega, el P.
Tempier ve en esa misión un signo de la
Providencia, y lo anima a aceptar.
En 1818 regresa del exilio
Fortunato de Mazenod, tío de Eugenio, futuro Obispo de Marsella y se va a vivir
con los Misioneros en Aix.
RESPONSABILIDADES QUE LE OCUPAN (1818 - 1860 )
Durante esos años, frente
al crecimiento de vocaciones, el P. Tempier asume el cargo de Maestro de
Novicios en Aix con el apoyo del P. Maunier. Grave responsabilidad pues se
trataba del Primer noviciado del Instituto. Se hizo un esbozo de reglamento o
directorio para el noviciado.
Por esto, en 1818, una gran
cantidad de jóvenes se agolpa a la casa y el convento de las carmelitas y la
iglesia adyacente se vio alborotada de ellos para encuentros, confesiones, la
dirección y el esparcimiento, no tardó en conquistarles la confianza.
Se interesó siempre tanto
como el Fundador, y a menudo más de cerca, por el personal de la Congregación:
reclutamiento, formación, obediencias, etc. En su ausencia, asumía él la
dirección de la casa. El P. Tempier aparece aquí junto al fundador y así será a
lo largo de su vida como: admonitor, asistente, colaborador y confidente.
Superior en Laus
Una nueva responsabilidad
le tocará asumir ya luego, en Setiembre de 1818, de manos del Sr. Arbaud y de
Mons. Miollis, toman a su cargo el rectorado del Santuario de Nuestra Señora de
Laus, para la predicación de las misiones en Altos y Bajos Alpes. El 24 de
octubre de ese año, los dos amigos
convocan al Primer Capítulo General de la Sociedad. Se orientan claramente
hacia la vida religiosa. Y allí un momento de tensión sucede, se muestra
vacilación respecto a la Regla en especial el tema de los votos, cuatro de los
siete sacerdotes se oponen. Pero la intervención de tres hermanos
escolásticos hace mayoría, estos discípulos del P. Tempier. Para que luego
llegase una fecha memorable para todos, el 1º de noviembre 1818 emiten votos de
castidad, obediencia y perseverancia. La
influencia del P. Tempier sobre sus novicios, había sido decisiva. Después
continuaron su labor cotidiana y misionera cada uno en su trabajo y sucedió que
en Barjols, entre los meses de noviembre
y diciembre, el P. de Mazenod
escupe sangre y el P. Tempier al
enterarse le prohíbe la predicación y las confesiones.
Tuvo que desplegar todos
sus talentos: ecónomo y constructor, párroco y misionero, educador y
superior. Como ecónomo era perspicaz. El 13 de junio encuentra mucho
desánimo por la respuesta negativa de la gente en la Misión, entonces le
escribe al P. de Mazenod: “Si quiere saber lo que hacemos en Laus,...
confesamos y luego seguimos confesando y confesamos siempre...” Y además de
esto, era director de peregrinaciones, cuidaba mucho la liturgia, favoreció la
devoción a la Virgen María. Como Misionero no reconocía en él “el don de la
palabra necesario a un misionero”. En noviembre de ese año, ya eran dos comunidades, la de Aix y la de
Laus, y en la misión la gente no respondía por lo que el Fundador le escribió
levantándole la moral, le dijo “Recen, prediquen, llamen a la puerta, no se
desanimen...”
Eugenio le escribe “Instruya...
a sus novicios con más cuidado que el que ha podido tener hasta ahora debido a
sus grandes preocupaciones. Impóngase en los conocimientos de un buen maestro
de novicios”. Y como constructor se ocupó de embellecer la Iglesia y
arreglar el convento. Llegó a tener celdas para 16 novicios.
Las consecuencias del Voto de pobreza
A primeros de Noviembre de
1820, hace Voto de Pobreza y todos quisieron imitarlo, hasta el punto,
que se puso todo en común en la casa. Surge así discrepancias con el Fundador.
Eugenio no aprobó al principio esta iniciativa, pero ella influyó en el
Capítulo de 1821, que impuso el voto de pobreza en la Sociedad; en Diciembre de 1820, él se quejaba al
Fundador por sentirse sobrecargado de trabajos. En Junio del año siguiente
compuso el primer esbozo de un reglamento, o capítulo de las Reglas referente a
los Hermanos.
El P. Dupuy, ecónomo de la
casa de Aix, le dice en una carta al Fundador “El P. Tempier ha tenido la
cara de hacer venir a nuestros oblatos
completamente desnudos, sin zapatos, sin dinero, sin calcetines... Estoy
totalmente arruinado”. Esto hace que Eugenio, al ver solo al P. Tempier
frente a tanta responsabilidad, designa
a los PP. Suzanne y Moreau como sus colaboradores.
Por estos años, su corazón
adquirió temple frente a la muerte de su padre Juan José (3 agosto de 1820) y
de su madre Juana (7 de enero 1821), y con el alejamiento del Fundador de su
ciudad natal. Había pedido abandonar Laus, comenzó a tener momentos de
debilidad. Pero a pesar de todo lo acontecido la correspondencia mantenida
desde 1819 a 1823 demuestra que fue, desde su primera experiencia, un superior
cabal, un padre a la vez dulce y firme, muy celoso, cuidadoso de la
regularidad, atento a las buenas relaciones con sus superiores tanto religiosos
como eclesiásticos. Estos cuatro años de superior lo maduraron y lo prepararon
para las futuras tareas.
El más hermoso elogio
En
1822 el Fundador de los OMI, Eugenio de Mazenod, redacta el más hermoso
elogio que se haya hecho en vida del P. Tempier: “Nadie tiene más derecho
que usted a mi confianza. Ud. mi primer
compañero captó desde el primer día de nuestra unión el espíritu que debía
animarnos y que nosotros debíamos de comunicar a los otros; ud. no se ha
apartado un solo instante del camino que habíamos resuelto seguir, todos lo
saben en la Sociedad, y se cuenta con Ud. como conmigo. ¿Es sorprendente que
teniendo una casa tan alejada... sea ud.
el encargado de dirigirla?”.
Como Vicario en la Diócesis
Comienza
a tener una responsabilidad como Vicario General de Marsella, durante los años
1823 hasta 1861. Aunque sabía que le iba traer muchas preocupaciones, que le duraron
40 años, aceptó el nombramiento. Fue de
Eugenio “su colaborador más fiel, más activo, más entregado”. El 6 de julio de
1823, cuando es consagrado como Obispo Fortunato de Mazenod, ese mismo día
nombró a su sobrino Eugenio como su vicario general, y dos días después, al P.
Tempier como su segundo vicario general; así él desde el principio de su cargo
se vio mezclado en luchas que no le gustaban, pero que eran impuestas por sus
funciones.
Verlos
juntos era motivo de inspiración para los demás oblatos y demás sacerdotes
seculares. Se conocía que trabajaban juntos hasta la medianoche e incluso hasta
las dos de la mañana. En Junio de 1824 se ve obligado a dejar el cargo por las
reiteradas ausencias de Eugenio. Ve que todo el peso recaerá sobre su persona.
y para
resolver aquellos problemas,
muchas veces tenía
que contar consigo mismo;
algunos ejemplos nos pueden
ayudar a
ver esta situación en su vida; el
12 de junio de 1826 escribe al Sr. J.R.
Jonquier: “Tenga la bondad,
señor, de tomar otro tono
cuando escribe a su obispo
y rebaje esos
humos de orgullo que
le vuelven tan susceptible, tan
exigentes con sus superiores o sus
iguales y que
no le permiten
siquiera recibir las
advertencias y las sabias
correcciones que sus
superiores tienen la
obligación de hacerle”.
Una amistad digna de imitar
Como amigos ambos se
mantenían para animarse a pesar de las dificultades en la labor pastoral, como
la carta del 21 de octubre de 1828, existía mucho afecto y estima del Fundador
al P. Tempier: “... le amo tanto como a mí mismo y mi confianza en ud. es
tal que me sería imposible ocultarle el más pequeño de mis pensamientos... He reconocido en aquella
carta al verdadero religioso, al hombre recto, al corazón bueno, a mi querido
Tempier de pies a cabeza. Agradezco sin cesar a Dios él haberme asociado a ud.
y le ruego que le llene cada vez más de su espíritu para nuestro mayor provecho
común...”
Sobraban las dificultades
Otro momento fue lo
sucedido un 4 de octubre de 1830. Le
escribe al Prefecto de Marsella, preguntándole: “¿Hay alguna ley que prohíba
a un sacerdote predicar el Evangelio? ”. Por los años de 1830 a 1831, hubo
problemas cuando alguien introdujo dentro del seminario periódicos de tipo
revolucionario; esto fue motivo para que a Mons. Eugenio y al P. Tempier se les
acusara de “tener ahí reuniones políticas”. Pero esto fue desatendido por los
dos.
Un 19 de octubre 1830
escribió estando enfermo Eugenio : “Que se sepa bien que no puede temerse
nada hostil de nuestra parte, somos ajenos a todos los movimientos políticos;
lo que deseamos es ver respetada la religión y universalmente reconocidas y
veneradas sus santas leyes, así como su Autor”.
Comienzan a surgir entonces
dificultades en su nuevo cargo, en enero de 1831, el Prefecto teniendo enfrente
solo al P. Tempier lo denuncia como “uno de los sacerdotes más fanáticos y más
peligrosos”. Recibe luego otras acusaciones contra autoridades, se le acusa que
tanto él como Eugenio tienen un “dominio absoluto” sobre el Obispo, que
profesan ideas ultramontanas y hostiles al gobierno, promoviendo así la muerte del anciano obispo y la supresión de la diócesis.
Eugenio consagrado obispo
Mientras que el anciano
Obispo de Marsella, Mons. Fortunato,
quiere que su sobrino sea nombrado Obispo in
partibus infidélium. Así el
P. Tempier a petición del Obispo, trata con éxito este asunto en Roma, estando
allí cerca de 4 meses. El Papa Gregorio XVI promueve -motu propio- a Eugenio como Obispo de Icosia sin consentimiento
del Rey, queriendo con esto darle una lección.
No todo es tranquilo
En el transcurso de los
trabajos comienzan a surgir cosas nuevas tanto para el bien de la diócesis como
para la congregación. Surgen también situaciones que no dejan de ser
inquietantes; en 1832, hubo un clima de tensión con un profesor, P. J.B. París,
joven y brillante, que se enfadó al sentirse desatendido frente a sus reclamos,
y al no ser escuchado por él, este le escribe a Eugenio contándole esto.
Le obedecía en todo siempre
y en todas partes. Había momentos en que también lo sabía corregir y
regañar por sus impulsos y reacciones rápidas. El caso más patético, en la
relación del P. Tempier con el Fundador, se presenta en el momento del asunto
de Icosia en 1835, cuando él debe acudir a una de sus calculadas cóleras,
sazonada de ironía, su sal de las grandes ocasiones, para que el Fundador se
decida a escribir al Rey y al Ministro de Cultos, condición indispensable para
recobrar su buena situación, le dice:
Dos amigos, dos hermanos
Mons. Eugenio, Obispo de Marsella
Como superior de comunidades religiosas
Desde 1823 hasta 1848, se
desempeñó como Superior eclesiástico de varias comunidades religiosas, entre
ellas estaban: las Capuchinas, las Clarisas, las Carmelitas, las Damas del
Sagrado Corazón, las Hermanas Mínimas, las Hermanas de los Santos Nombres de
Jesús y de María, las Religiosas Víctimas del Sagrado Corazón. El P. Tempier...
cuyo nombre se encuentra en todas las fundaciones que se han hecho en Marsella
durante 40 años. “Quien tenía de su parte al Sr. Tempier, tenía en cierto
modo ganada la batalla con Mons. de Mazenod”.
Responsable del seminario y del clero
En 1852 Mons. de Mazenod escribe: “El P. Tempier
mira ante todo por su seminario y nada pueda turbar su armonía puede ser de su
gusto, sea cual sea la necesidad que se siente”. Tanto así, que al superior le pareció muy bien
y se sintió satisfecho de saber que 6 seminaristas de cada 7 llegaban al
sacerdocio. La perseverancia fue muy elevada. Los obispos confiaron a él la
vigilancia de la educación cristiana de la diócesis y, hasta cierto punto, la
disciplina del clero. No se puede dejar de mencionar que durante los años de
1827 a 1854, desempeñándose como Superior
del seminario mayor, puesto que ocupó durante 30 años, asumió el cuidado de
esta obra como si fuera la niña de sus ojos.
En 1854 es nombrado
superior de la comunidad oblata de Montolivet, ya no podía hacerse cargo de las
tareas de antes y Mons. de Mazenod siempre le pedía que “eche una ojeadita
para ver cómo van las cosas en el obispado...”. Momentos de tristeza le toco vivir en el
seminario, como aquellos años de 1827 y 1861, donde murieron 3 directores, 13
seminaristas y 8 escolásticos. Su atención al Seminario era tanto en lo
espiritual como en lo temporal. Con sus profesores y directores supo crear en
ellos un clima de formación, animarlos y ayudarlos, creando una atmósfera de
colaboración y caridad fraterna.
Ciertamente, éste mantuvo
siempre, y de lejos, el puesto principal; y si los escritores
marselleses han designado a veces al P. Tempier como uno de los fundadores de
los Oblatos, nunca se le atribuye ese título en la Congregación. Su
única ambición: servir lo mejor posible al Fundador de la familia, y, por ende,
a la misma Congregación. Este desafío lo ganó. Trabajó con gran celo por la
expansión de la Congregación.
Una recordada visita canónica
En julio de ese año, de
hecho, el Fundador y él tuvieron siempre dificultades para encontrar entre los
oblatos educadores competentes y estables. Todos preferían el ministerio
pastoral y misionero. Hay visitas realizadas que nunca serán olvidadas por su
buen espíritu de preocupación de todos. Pero esta visita tuvo también ciertas
interpretaciones acerca de su persona y de las decisiones que tomaba, vemos al
P. Santoni, provincial de Canadá quien escribió una vez llegado a Montreal al
P. Aubert, el 14 de agosto: “Tempier ha hecho sin consultar a nadie un acto
que ha provocado la indignación de todos los Padres: envía cuatro Padres a
Buffalo, sin haber asegurado bien los medios de vida... Se ha descalificado con
ese acto...”.
En 1852, el Obispo de
Texas, Mons. Odin, pasó por Marsella,
conoció al P. Tempier, esto será el inicio para que los oblatos
estuvieran presentes años más tarde en ese lugar. En 1856, a pesar del
debilitamiento de su salud, animó con frecuencia a los misioneros de Natal, al P.
José Gerard, hoy uno de los Beatos de la Congregación, y animó también a Le
Bihan y Barret. El 23 de enero de 1854, en una carta al P. Dorey, Eugenio escribía que él era “El verdadero y único padre de toda la
familia”. Trabajó estrechamente con el P. Tempier, (a quien) se le llamó “segundo
padre”. Como asistente del Fundador fue un hombre más práctico y más
minucioso, fue el realizador paciente y tenaz...
Participó de los 11
Capítulos de la Congregación. Desde los 50 primeros años de la Congregación, siempre
estuvo siendo “infatigable auxiliar” del fundador, a veces su apoyo,
y a menudo su reemplazante. Durante estos tiempos desde 1823 a 1861 fue
el encargado de las visitas canónicas, por lo menos 15 veces; y dentro de
las observaciones que hacía como
visitador era: salmodia precipitada del Oficio, desorden de la sacristía,
misiones mal preparadas; por señalar algunas.
414 oblatos a la muerte del
Fundador lo habían tenido como superior durante su preparación al sacerdocio.
Juzgaba que el Superior
general, a menudo traicionado por su corazón, no aplicaba con bastante firmeza
las decisiones tomadas, el P. Tempier intervenía con más vigor. Hasta el
año 1869 tuvo que sufrir grandes penas y angustias como las había sufrido en
toda su vida, según su misma confesión y sus propias expresiones; tal es el caso que, al encontrar un
“alarmante desorden en las cuentas” del ecónomo que posteriormente fue
expulsado de la Congregación. Realizó otros viajes donde se cuenta a África del
Norte, Suiza, Francia por varias veces. Tenía por objetivo preparar la
fundación de casas o emprender reparaciones o construcciones. Su presencia
era entonces tan deseaba como la del Fundador. Conviene precisar que tenía
todas las cualidades de un buen viajero. Descansaba en todas partes, hasta
incluso en el coche.
Ecónomo General de los OMI
Muchos indicios señalan que se ocupaba también de la
administración de los bienes personales de Mons. Fortunato, del Fundador, de su
madre y parte de su hermana, la Sra. de Boisgelin, como lo hizo con la diócesis
de Marsella. Encargado de ver sobre las herencias dejadas a algunos oblatos.
También del donativo de los bienhechores y el ingreso que recibía de los
sacerdotes por misas celebradas, lo que Propaganda Fidei otorgaba a la
Congregación para las misiones.
En todo esto uno no puede
menos de admirar la audacia del Fundador, pero a la par se puede admirar la
generosidad y la destreza del P. Tempier que debía cargar continuamente con
nuevos cuidados y vigilar nuevos proyectos. Desde los inicios de la Congregación
hasta finales se veía la capacidad de saber administrar lo poco o lo mucho que
llegaba a sus manos, siempre como auxiliar del Fundador y con el apoyo de los
ecónomos de las distintas comunidades esparcidas por varios lugares.
Extendiendo obras, atendiendo casas, seminario, misiones y subvención de los
oblatos. Nunca se ha dudado de su honradez ni de su competencia. Se
alababa su espíritu de economía, su prudencia y su destreza. La Congregación en
sus primeros 50 años ha podido extenderse rápidamente y adquirir 40 propiedades
importantes gracias al trabajo del Fundador pero a la vez a la administración
de su brazo derecho, el P. Tempier.
Entonces, hasta el momento
no podemos dejar de mencionar lo que realizó en el campo de la formación como Profesor
y Educador, que también lo mantuvo al igual que otras tareas siempre
preocupado todo el tiempo en la congregación (desde 1816 hasta 1861). Los
escolásticos lo designan como: “aquel que ha sido puesto por Dios para
perfeccionar nuestra vocación con la adquisición de la ciencia eclesiástica y
de la virtud”.
Al ser responsable de la
vida intelectual de los jóvenes, supo enseñar filosofía, aunque por poco
tiempo. Dio algunas clases de Teología Dogmática y Moral inspirada en Sn.
Alfonso de Ligorio, a pedido del Fundador. Su teología era segura, moderada,
siempre apoyada en las doctrinas romanas que él defendía con rigor. Su método
escolar y control de los estudios, asistía a los exámenes para apreciar el
rendimiento y crecimiento de los alumnos, buscando así el mejor
aprovechamiento.
Su deseo era formarlos en
la doctrina y la predicación. Preocupado por la formación de las bibliotecas de
la Congregación. Los oblatos acudían a él para aconsejarse en el campo de los
estudios. Cuidaba sobre todo de que ningún padre joven saliera antes de
finalizar sus estudios, dándole siempre recomendaciones. Su gran preocupación
por la formación espiritual de los seminaristas y escolásticos para que sepan
asumir con dignidad sus futuras tareas.
Escribía el P. Fabre: “Se
volvía compasivo y tierno ante las debilidades y flaquezas de la juventud, ante
los sufrimientos de la enfermedad y ante las pruebas de la vocación”.
No descuidaba sus
ejercicios de piedad. Inicia a los alumnos en las prácticas de espíritu de
oración. La lectura espiritual de 30 minutos precedía a la visita del Santísimo
y a la cena. Siempre disponible para confesiones y dirección espiritual. En
este aspecto de su vida sería injusto mencionar que es un Hombre de
“admirable prudencia”. Buen consejero. “Bondad bien conocida”.
El 26 de junio de 1856 se
ve obligado, a mandar una “carta muy penosa”, por las preocupaciones que tiene
por terminar las construcciones de Montolivet,. Este la juzga inspirada esta
carta por “el mal humor” y llena de “quejas
injustas y ofensivas”. Prepara, pues,
en el acto una respuesta probablemente, muy dura puesto que decide no
enviarla sin haberla leído al P. Fabre. Por desgracia, no se ha conservado esa
correspondencia, y así no podemos ir más a fondo en el tema. Pero no faltaban
las cartas que le dirigían asegurando de su persona una bendición para quien
estaba a su lado, como la del 16 de agosto de 1856 donde el P. Ryan escribe
desde Leeds: “Quiero, pues, Padre, asegurarle que yo recuerdo aún y
recordaré siempre su bondad y sus cuidados paternales para conmigo”.
ÚLTIMOS AÑOS Y MUERTE. (1861
- 1870)
Su amor incondicional a María Inmaculada
Y puesto que no se puede
dejar de mencionar su gran amor y confianza y devoción que le tenía a la Madre de Dios, continúa la carta
diciendo “...recurramos con más insistencia a Aquella a quien nunca se
invoca en vano. Supliquemos, conjuremos a la Virgen Inmaculada que se nos
muestre Madre y no rehúse a sus hijos conservar a quien los ha engendrado a la
vida religiosa y, en gran número, a la vida sacerdotal. Somos sacerdotes, somos
Oblatos; en el altar santo y a los píes de María, pidamos insistentemente que
no nos sea negada esa gracia. Ofrezcamos con esa intención nuestras buenas
obras y nuestros trabajos
apostólicos. Que el Sagrado
Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María que tantas veces nos han sido
favorables, no se nos cierren en el momento en que les pedimos que nos
conserven a nuestro Padre”.
El amor fraterno que lo
unía al Fundador le hace actuar así, dando a conocer sus devociones personales
y recurriendo a ellas para alcanzar tan deseada petición; cuando la salud de
Mons. Eugenio se va agravando el 7 de marzo decide mandar otra circular a los
mismos destinatarios pidiendo una novena a San José por la curación del
Fundador.
El 21 de mayo de 1861
sucede un acontecimiento que lo marcará y lo desanimará de ahora en adelante,
es el día de la Muerte de Eugenio de Mazenod, donde escribe a todos los
miembros de la Congregación a eso de las 11 de la noche; les dice:
“Monseñor, nuestro muy amado Padre, acaba de
dejarnos. Dios le ha llamado para coronarlo en el cielo. Con el corazón
roto por el dolor más profundo, no podemos decirles más en este momento. Monseñor Carlos José Eugenio de Mazenod,...
ha muerto,... se ha apagado dulcemente, rodeado de sus hijos, acompañado ante
Dios de las oraciones y las lágrimas de ellos, fortalecido con todos los
auxilios religiosos que su piedad solicitaba”.
Al día siguiente, el 22 de
mayo, dolido por tal acontecimiento decide renunciar a ser elegido vicario
capitular, pues acaba de perder “lo que más tenía en este mundo” y se
siente como aplastado como un hombre a quien todo le falta en esta tierra de
miserias. Ya pasaban los días y el 24 de mayo,
a la muerte del fundador se “sintió como aplastado, como un hombre a
quien le falta todo en esta tierra miserable”. Los asistentes lo nombran
vicario general de la Congregación.
Escribe una carta que dice:
“Se ha apagado esa voz tan paternal y tan amada, no volveremos a oír a ese
padre tan querido dirigirnos algunas de aquellas palabras tan buenas, tan
afectuosas y que nos hacían tanto bien. Grande es el dolor de uds; deben
comprender el mio”.
Al ser leída esta carta el
Cabildo reconoce en efecto que el P. Tempier ha prestado eminentes servicios a
la diócesis... ha cumplido con una dedicación sin límites. Entonces se
comprendió su dolor y su desolación y ya no se contó más con él.
El P. Tempier, vicario
general de Marsella, estuvo, creemos, a la altura del cargo que el P. de
Mazenod le había impuesto en 1823. El 25 de mayo convoca a capítulo general “con la ayuda de
Dios” en Marsella.
Pero las tristezas y
preocupaciones no culminaron, aparece un personaje que intentará realizar algo
terrible que podría haber ocasionado grandes consecuencias en la vida del P.
Tempier al frente de la Congregación. El 5 de setiembre de ese mismo año, Mons.
Cruice, nuevo obispo en Marsella, retira a los Oblatos de la administración del
Santuario de Ntra. Sra. de la Guardia. Y anuncia que Mons. de Mazenod legó a
los oblatos bienes de la diócesis, intentando así recuperar esto y para lograr
sus fines amenazaba con disolver la Congregación en Francia y exigir que Roma
le retirase la aprobación pontificia.
¿Qué pasó por la cabeza del
P. Tempier?, no sabemos, y ¿en Octubre de 1861?, ¿fue por eso
que el P. Tempier para prevenir ese asunto hizo un viaje misterioso a Roma?.
Un gran gesto de humildad y su servicio
Entre los meses de
noviembre y diciembre, en medio de las discusiones se decide tener el capítulo
general en París y el P. Fabre es elegido Superior general el 5 de diciembre.
Comienza un período nuevo para la Congregación, a pesar de todos los problemas en un ambiente
del capítulo general todos los Oblatos no se cansaban de felicitarlo, reconociendo en su persona la legítima
sucesión al Fundador, aunque ya habían elegido al P. José Fabre como Superior
general, un gran amigo y colaborador del P. Tempier.
Terminada la elección,
inmediatamente el P. Fabre tomó su puesto “en medio del Capítulo, en el
sillón que se apresuró a presentarle el R.P. Tempier”. Las actas del
Capítulo prosiguen: “Este
venerable Padre que
hace un instante
era su superior, se arrodilló
como un niño
a los pies de
quien antes había
sido su hijo
y va ha
suceder en adelante
a nuestro ilustre
Fundador. Besó sus
manos con humildad
encantadora, y los
dos se abrazaron
con una emoción
que es más
fácil comprender que expresar”. El P. Tempier fue elegido
primer asistente y admonitor del superior general. Pero su ocupación principal
es la de secundar al ecónomo general.
El 9 de enero de 1862, se firma un nuevo convenio
en el que los PP. Fabre y Tempier debían ceder. Si no se firmaba ese documento
Mons. Cruice viajaba a París y pedía el cierre de las casas oblatas de Francia
conforme lo había planeado. El firmar este documento sería para P. Tempier una
injusticia y una denegación hacia el Fundador y hacia la Congregación.
Con todo para evitar males
peores el P. Fabre juzga conveniente firmar y pide al compañero del
Fundador que acepte ese duro sacrificio. En adelante las relaciones con el
obispo serán sólo por escrito. Los PP: Fabre y Tempier se van a vivir a París.
Sigue leal al amigo
En 1862, ya había pasado un
año de la muerte del Fundador y es de reconocer, que la amistad que seguía
sintiendo el P. Tempier fue hasta el último momento de su vida, incluso muerto
Eugenio, siguió hablando a los Oblatos
acerca del Fundador como lo hacía cuando estaba con vida, vemos las palabras
por el pronunciadas en el discurso hecho el 4 de diciembre de ese año en
ocasión del primer aniversario del P. Fabre, superior general, dijo:
“Usted era llamado a
remplazar a un Padre tiernamente amado;... antes, nuestro venerado Fundador lo
era todo y bastaba para todo... Lloraremos siempre, sin duda, a nuestro primer
Padre y usted lo llorará con nosotros: Permítanos, no obstante, que le digamos:
aquel Padre no se ha ido del todo, le ha dejado a usted su espíritu y su
corazón”, y con esta última frase sellaba lo que sentía tanto
por el Fundador, como por la Congregación y por aquel a quien le toca continuar
la obra de los O.M.I.
Pero en 1863, dos lutos
dolorosos sacuden al P. Tempier, que ve desaparecer a dos ancianos de la
Congregación, el P. Vincens y el P. Courtès, sus cercanos colaboradores como
asistentes generales.
Celebraciones que lo llenan de alegría
Con todo esto sucedió que,
el 7 de abril de 1864, una honda alegría llena su corazón y el de la
congregación, por ser el primer oblato en celebrar su 50º Aniversario
Ordenación Sacerdotal, afirma el P. Fabre: “No tememos afirmar que las
disposiciones del joven ordenando fueron las más perfectas; más de 50 años han
mostrado de modo admirable la abundancia de gracias recibidas ese hermoso
día,... el P. Tempier, ha sido un sacerdote irreprochable”.
Desde 1865 a 1867, le toca
ser Superior de la casa general de París. Se puso a realizar algunos arreglos a
la casa y arreglar los jardines, este será su nueva distracción favorita.
Y otra fiesta que lo alegrará aún más, el 25 de enero de 1866, preside en la
casa general la ceremonia de los 50º Aniversario de la fundación de la
Congregación.
El 25 de octubre de
1866, Mons. Jeancard, escribe al P.
Fabre: Le dice: “Abrace tiernamente de mi parte a nuestro querido P.
Tempier... en lo que atañe a la historia de la Congregación, DEBE
figurar al lado del Fundador”.
Pero pronto el anciano, de
nuevo con su catarro, toma unas semanas de descanso, ya que esta enfermedad le
hacía sufrir desde hace tiempo. Escribe el P. Fabre, que el P. Tempier había
sufrido siempre de la garganta; ahí germinaba el principio de todas sus
enfermedades. Desde el Invierno de 1868 a 1869, sufre de modo especial.
Trabajando en los archivos de la congregación, en las salas más frías de la
casa, el 29 de noviembre de 1869, hace luego un paseo en compañía del Hno.
Nigro, quien lo cuidaba hace unos años y una lluvia fría lo sorprende al
regreso. Después del paseo le ataca al atardecer una fuerte fiebre bronquio -
catarral.
Su médico asegura que no
pasará la noche, el P. Tempier llama a su confesor, el P. Lagier
y pide el viático y es el P. Soullier
quien le administra la unción de los enfermos, después que el enfermo había
pedido humildemente “perdón de los escándalos dados a sus hermanos y
renovado sus votos”. Logra reponerse
al día siguiente y pasa todavía el invierno en calma y oración. El 2 de abril
de 1870, cumple los 83 años y es
felicitado por el P. Fabre a su regreso de Roma. Se complica su salud pero
logra reponerse por unos días más y logra tener una larga conversación con el
P. Fabre.
El 9 de abril de 1870, al comienzo de este día expiró, en el momento en que el reloj
daba la última campanada de medianoche y se clausuraba la fiesta de Ntra. Sra.
de los Dolores. El 11 de abril, Lunes Santo, se da los funerales en la casa
general. Y la noticia de su muerte llegó a lo largo de todo el año a los
oblatos más alejados.
En 1873 durante el capítulo
general se celebró otro servicio solemne, como recuerdo filial del “primer
compañero de nuestro Fundador, su amigo infatigable, QUE PUEDE CONSIDERARSE
COMO NUESTRO SEGUNDO PADRE”.
El P. José Fabre, OMI,
en una Nota Necrológica decía del P. Tempier. “Sólo Dios conoce lo que el P.
Tempier ha realizado en la dirección del seminario mayor, en la confesión de
los sacerdotes que le habían brindado su confianza, y en el cuidado que prodigó
a las comunidades religiosas... En los consejos de los obispos, en la solución
de los asuntos, siempre se ha reconocido su visión práctica, justa, moderada.
No cabía equívoco sobre la sinceridad y la pureza de sus intenciones.
Inflexible en cuanto al deber, era siempre conciliador en cuanto a las circunstancias.
Y cuando se veía obligado a actuar con rigor, se reconocía, por encima de su
autoridad, la autoridad de la conciencia
a la que obedecía ... Nuestro
Fundador y el P.
Tempier han seguido
la misma conducta..., siempre el P. Tempier ha
conservado la calma del hombre perfecto, la intrepidez de la conciencia
cristiana y la abnegación heroica que el sacerdote según el corazón de Dios
saca de las luces de la fe y de las inspiraciones de la piedad. No temió
exponerse a las injusticias de la opinión ni desafiar las pasiones populares”.
CONCLUSIÓN
“Era un hombre venerable, que escondía bajo formas un poco abruptas uno
de los mejores corazones que es posible encontrar... Hábil administrador.
ejemplo de la más absoluta fidelidad a su obispo, era también un eminente
director de religiosas, era el padre de todas,... con un corazón demasiado
grande para dar sus preferencias a ninguna... Era fácil entenderse con un hombre
así”.
En 1892 el Obispo Payan d’
Augery, biógrafo de la fundadora de las religiosas Víctimas del Sagrado
Corazón. Escribía refiriéndose a él:
“Pequeño de talla, mirada viva, palabra algo entrecortada, el P. Tempier
unía a las virtudes del religioso... la experiencia y la prudencia de
un administrador consumado... Hombre prudente y verdaderamente sobrenatural,
había conquistado una legítima influencia sobre el corazón y sobre el espíritu
de su tan perfecto obispo; su temperamento más tranquilo mitigaba felizmente,
si osamos decirlo, los arrebatos y los prontos de Mons. de Mazenod, en quien la
santidad había dejado sobrevivir el carácter provenzal... Era sobre todo un
hombre interior, y por ende más capacitado que muchos otros para comprender la
belleza de la vida religiosa, suavizar sus pequeñas aristas para las mujeres, y
por su conocimiento de personas y cosas, darles los consejos más prudentes.
Muchas comunidades se sintieron felices de su dirección”.
Todo lo que se ha dicho del
P. Tempier nos permite afirmar, sin más demostración que era un hombre de
acción, de gran carácter y personalidad y de una profunda vida espiritual,
tenía el distintivo oblato bien puesto: VALENTÍA, AUDACIA, INVENTIVA; ejercía dominio sobre sus impresiones y sus
reacciones, de calma ordinaria, austero, la alegría la comunicaba y el dolor lo
reservaba. Escondía un corazón de oro.
Guatemala,
08 de diciembre de 2001
Roberto Carrasco Rojas - Perú
Noviciado Oblato de María Inmaculada
p.d. ESTE ESCRITO LO MANTUVE GUARDADO POR VARIOS AÑOS... GRACIAS A DIOS LO ENCONTRÉ BUSCANDO ARCHIVOS DE MI COMPUTADORA PERSONAL. NO PUEDO DUDAR EN PUBLICARLO PORQUE REALMENTE LA VIDA DE ESTE HOMBRE ME ANIMÓ MÁS, A SER UN OBLATO DE MARÍA INMACULADA.
Gracias al P. Yvon Beaudoin, OMI por los dos libros que le dedicó a P. Tempier (uno de sus cartas y otro de una pequeña descripción biográfica)
p.d. ESTE ESCRITO LO MANTUVE GUARDADO POR VARIOS AÑOS... GRACIAS A DIOS LO ENCONTRÉ BUSCANDO ARCHIVOS DE MI COMPUTADORA PERSONAL. NO PUEDO DUDAR EN PUBLICARLO PORQUE REALMENTE LA VIDA DE ESTE HOMBRE ME ANIMÓ MÁS, A SER UN OBLATO DE MARÍA INMACULADA.
Gracias al P. Yvon Beaudoin, OMI por los dos libros que le dedicó a P. Tempier (uno de sus cartas y otro de una pequeña descripción biográfica)