P. Tempier: “Su primer compañero, su amigo infatigable, […] PODEMOS CONSIDERARLO COMO NUESTRO SEGUNDO PADRE”
A LOS 200 AÑOS
LOS INICIOS MARCARON UNA AMISTAD QUE NOS INSPIRA
“En medio de todo este ajetreo, estoy solo. Tú eres mi único amigo -en toda la fuerza del término- porque de esos amigos buenos y virtuosos, pero a los que faltan tantas otras cosas, no ando escaso. Pero ¿para qué sirven? ¿Son capaces de suavizar una pena? ¿Se puede conversar con ellos del bien mismo que se quisiera hacer? ¡Para qué! No se sacarían más que elogios o desaliento”.
“Mi querido amigo: Lea esta carta ante su crucifijo, dispuesto a escuchar solamente a Dios y a cuanto su gloria y la salvación de las almas exijan de un sacerdote como usted. Imponga silencio a la codicia, al amor a los gustos y comodidades, tenga en cuenta la situación de los habitantes del campo, el estado de la religión entre ellos, la apostasía que cada vez se propaga más y causa estragos horrendos... consulte con su corazón lo que deberá hacer para remediar esos desastres y, luego conteste a mi carta.Pues bien, amigo, le digo sin entrar en mayores detalles que usted es necesario para la empresa que el Señor NOS HA INSPIRADO... HEMOS PUESTO los cimientos de una obra que proporcionará asiduamente fervorosos misioneros a las zonas rurales.La felicidad NOS ESPERA en esta santa asociación que no tendrá más que un solo corazón y un alma sola, [...] no le digo más de momento... Si, como espero, quiere ser de los nuestros, [...] es que queremos escoger hombres de buena voluntad y valentía para seguir las huellas de los apóstoles. Es importante poner cimientos sólidos; es necesario establecer e introducir la máxima regularidad en la casa en cuanto nos hayamos metido en ella. Y precisamente para eso es Ud. necesario, porque sé que es capaz de abrazar una regla de vida ejemplar y de perseverar en ella...”.
“¡Bendito sea Dios que le ha inspirado el proyecto de preparar para los pobres, para los habitantes de nuestros campos, para aquellos que más necesidad tienen de ser instruidos en religión, una casa de misioneros que irán a anunciar las verdades de la salvación! Comparto plenamente sus ideas, mi querido compañero, y, lejos de esperar nuevos requerimientos para ingresar en esa santa obra tan conforme a mis deseos, le confieso que de haber conocido antes su proyecto me hubiese adelantado a rogarle que me recibiera en su asociación. Tengo que agradecerle, por tanto, que me haya juzgado digno de trabajar para la gloria de Dios y la salvación de las almas...”.
DAMOS UN SALTO A LOS ÚLTIMOS AÑOS... Y COMPROBAMOS QUE ERAN EL UNO PARA EL OTRO
“Monseñor, nuestro muy amado Padre, acaba de dejarnos. Dios le ha llamado para coronarlo en el cielo. Con el corazón roto por el dolor más profundo, no podemos decirles más en este momento. Monseñor Carlos José Eugenio de Mazenod, [...] ha muerto, [...] se ha apagado dulcemente, rodeado de sus hijos, acompañado ante Dios de las oraciones y las lágrimas de ellos, fortalecido con todos los auxilios religiosos que su piedad solicitaba”.
“Usted era llamado a remplazar a un Padre tiernamente amado; [...] antes, nuestro venerado Fundador lo era todo y bastaba para todo... Lloraremos siempre, sin duda, a nuestro primer Padre y usted lo llorará con nosotros: Permítanos, no obstante, que le digamos: aquel Padre no se ha ido del todo, LE HA DEJADO A USTED SU ESPÍRITU Y SU CORAZÓN”. Dentro de poco, Enrique Tempier será el primer oblato que celebre sus 50 años de sacerdocio. Así lo afirmó José Fabre refiriéndose a Tempier: “Un sacerdote irreprochable”.
“Sólo Dios conoce lo que el Enrique Tempier ha realizado en la dirección del seminario mayor, en la confesión de los sacerdotes que le habían brindado su confianza, y en el cuidado que prodigó a las comunidades religiosas... En los consejos de los obispos, en la solución de los asuntos, siempre se ha reconocido su visión práctica, justa, moderada. No cabía equívoco sobre la sinceridad y la pureza de sus intenciones. Inflexible en cuanto al deber, era siempre conciliador en cuanto a las circunstancias. Y cuando se veía obligado a actuar con rigor, se reconocía, por encima de su autoridad, la autoridad de la conciencia a la que obedecía [...]. Nuestro Fundador y el P. Tempier han seguido la misma conducta..., siempre el P. Tempier ha conservado la calma del hombre perfecto, la intrepidez de la conciencia cristiana y la abnegación heroica que el sacerdote según el corazón de Dios saca de las luces de la fe y de las inspiraciones de la piedad. No temió exponerse a las injusticias de la opinión ni desafiar las pasiones populares”.

Este 25 de enero del 2016, en el comienzo de nuestro año jubilar por los 200 años de fundación, como gratitud a Dios y a María Inmaculada podemos expresar nuestra gratitud tanto por San Eugenio de Mazenod como por Enrique Tempier. Esta amistad entre ha hecho de la Congregación de Misioneros Oblatos de María Inmaculada una obra de Dios para la Iglesia, pero sobre todo para los más pobres. Justas y profundas son las palabras de Eugenio al referirse a su amigo de toda la vida:
“[Eres] mi primer compañero, desde el primer día de nuestra unión, captaste el espíritu que debía animarnos y que debíamos comunicar a los demás”.