Desde lo alto de la lupuna, Wata Wawa y Wayrachina
permanecieron en un sepulcral silencio para escuchar lo que Gemelo y Papaya
conversaban.
A los dos que estaban en lo alto de la lupuna les entró un terrible miedo, algo como aquel miedo que brota cuando se encuentran con un supay en lo profundo de la selva. Pero el miedo no era por lo que les iba a suceder a ellos, sino por lo que iba a suceder a todo el ayllu, a toda la comunidad.
Wata Wawa tenía los ojos más abiertos como de costumbre…
“¡Es terrible lo que quieren hacer estos mishurunakuna…, es terrible!”. Se
decía desde sus adentros. No podía expresarlo porque no quería causar ningún
rumor que interrumpa tan nefasta conversación.
Por otro lado, al frente de él, se encontraba Wayrachina. Estaba
mirando fijamente hacía abajo, mientras sus ojos se le cerraban de impotencia.
También se lamentaba por lo que escuchaba. Pero no aguantó y dio un chillido
tan fuerte, que de inmediato le hizo volar, mientras su compañero le seguía…
“¡No, no, no puede ser posible…!”… Su chillido era tan
fuerte que solo ellos y los que le oían entendían el mensaje. Desde ese
instante en toda la selva corrió la voz en medio de los vientos y de los
humedales:
“¡Estamos en peligro…, vienen a liquidarnos!”.
El lamento era tal que día y noche corría este chillido. Los dos se propusieron volar y propagar esta mala noticia por todas las quebradas y cochas.
Después de que Gemelo y Papaya terminaron el diálogo, junto
a Mascafierro y sus socios subieron al búfalo volador para retornar a la base
de la Legión. Ya en la mente de Gemelo se estaban maquinando las próximas leyes
que el mismo ordenará a sus perros de chacra a presentarlos a la Perrera. De
todas maneras estas tienen que ser aprobadas.
“No hay ningún mínimo ápice de desaprobación que impida que
se desarrolle este gran proyecto. Entraremos como sea allí, cueste lo que
cueste, no importa si tienen que desaparecer algunos o sufrir las consecuencias
otros. Estos decretos los tengo que firmar con o sin aprobación de la Perrera”…
venía tramando desde sus adentros, siempre sacando fuera su grande sonrisa que
despista a cualquiera que no lo conoce.
Y así fue…, Gemelo llegó a la base y sus ojos le brillaban
de codicia. Papaya solo atinaba a decir: “Señor, estoy totalmente a su
servicio. Espero la orden. Mañana mismo llamo a mis colegas para crear una
estrategia que permita la entrada fácil a la Via Matta”.
En esa semana, mensajes van, mensajes vienen. Todo se hacía
a una velocidad increíble. Los White babys por su lado preparaban un proyecto
para construir una pipa grande, tan grande que sea el orgullo de la Legión.
Será la primera vez que la Legión asuma este desafío: construir en sus propias instalaciones la primera pipa.
Por otro lado en Limón, se movían los Chicago’s men. Se
pasaban información “confidencial”. Papaya puso a disposición todo su centro de
inteligencia para que sus “coquitos”, colaboren con el objetivo. La receta sea
como sea se tiene que presentar cuanto antes a Mister Chef.
“La Olla no la podemos perder… así que llamaré a los
invitados a una cena para presentarles el primer punto de la receta”…, pensaba
Papaya, mientras escribía una larga lista de nombres a quienes invitar para su
próxima “discusión”. Papaya sabía que le quedaba poco tiempo para que esto se
ejecute, porque a Gemelo le quedaba poco tiempo al frente del populorum.
continuará...
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