Shamashu panikuna Mercedarias Misioneras
¿Cómo empezar a recordar cada una de las experiencias vividas con ellas si pareciera que fue ayer cuando llegué a la Misión Napuruna de Monterrico de Angoteros?
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Hna. Manuela Vásquez - Religiosa Mercedaria Misionera |
Después de mi ordenación diaconal inmediatamente me trasladé a la región Loreto, específicamente a la nueva misión asumida por los Oblatos de María Inmaculada en Santa Clotilde - río Napo. Era octubre del 2008.
Fue sorprendente, -y esto les sucede a muchos cuando tienen su primer contacto con la tremenda Amazonía- surcar y surcar rumbo a la localidad de Angoteros en el distrito de Torres Causana. Fui con P. Edgar Nolazco, OMI -mi hermano y compañero en la Misión- y cuando llegamos a aquel lugar, lo primero que me sorprendió fue encontrar una comunidad indígena que mantiene su lengua, sus costumbres y toda su cosmovisión. Hace un par de años atrás había fallecido el P. Juan Marcos Mercier, OFM. Encontré por primera vez a Manuela, Virginia y Janet.
La casa misionera insertada en la comunidad. Una casa como todas las demás. De pona en el piso y de irapay en el techo. Claro... con su tushpa en la cocina y su pequeño puerto en el río, al lado de un chorrito de agua que abastecía para tomar o asearse.
Manuela y Virginia, las mayores en la comunidad nos recibieron. Junto a ellas la joven, también llegada ese año, Janet. Recuerdo cada rostro, cada mirada de tres religiosas Misioneras Mercedarias peruanas que habían llegado a petición de Juan Marcos al Alto Napo para continuar la misión en esta parte del Vicariato.
En los encuentros de formación de los Kuyllur runas |
Manuela, la siempre Manuela. Lo primero que me dijo P. Jack cuando llegué a Santa Clotilde fue: "ya conocerás a Manuela, ella es una mujer con mucha energía". No puedo dejar de pensar que desde que conocí a Manuela me impresionó mucho su entrega a la gente. La cercanía, el querer dialogar y entender la cultura. Lo primero que me dijo fue "ya, ya rápido que tenemos que salir pronto, tengo muchas cosas que hacer todavía... Y qué barbaridad ustedes allí sentados".
Dichosa frasecita que nos acompañará todos estos años. Manuela es, fiel a su estilo, la que continuó a su manera, la misión de Cristo en medio de la Napurunas, después de Juan Marcos. Son muchos los momentos y las anécdotas que se vienen a mi mente. Su intensidad y fuerza por hacer bien las cosas y estar en las comunidades. Su deseo de llegar a tiempo a cada pueblo para empezar la visita. Que los papelotes y cuanto material listo para los temas y los talleres. Su cuadernito pequeño donde anotaba todo lo que se vivía cada día. Cuantos bautismos se hicieron, la problemática más puntual de cada comunidad, los nombres de las nuevas autoridades comunales. En todo momento, como una hormiguita haciendo algo. Ella era veterinaria porque inyectaba a un pollo que ya Virginia o Janet lo veían enfermo; ella era gasfitero, albañil, a poco si pudiera hacerlo agarraba su hacha para rajar leña; ella sabía perfectamente el uso de cada herramienta que tenía y el lugar donde cada cosa tenía que estar. Lo sorprendente no fue tanto eso, sino que como mujer y mujer grande tenía una energía envidiable... "hombre tenías que ser, inútil...", me decía y yo atinaba a reír.
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Hna. Manuela participando de las Asambleas de la federación ORKIWAN |
Pensar en cada recorrido desde Pantoja hasta Sumak Allpa, haciendo uso del Yayallakiwan, el bote misionero que dejó Juan Marcos. Y menciono mucho a esta sacerdote porque él dejó una fuerte mística misionera para todo aquel que trabaja en el Vicariato San José del Amazonas. Personalmente nunca lo conocí. Pero leyendo sus escritos en los libros que publicó, pero sobre todo viviendo al lado de la gente que él formó y acompañó, pude conocer al querido Yayapakri, como le decían los kichwas. También no puedo dejar de mencionar a José Miguel Goldáraz, un capuchino español que trabaja en el lado ecuatoriano del Napo, quien junto a sus hermanos apoyaron mucho la misión de las mercedarias en el Alto Napo, sobre todo en lo que respecta a la formación de los animadores cristianos en el CEFIR en Pompeya - Ecuador, donde participé con Manuela o Janet algunos años.
Esa espiritualidad del encuentro y de la acogida que ahora habla el Papa Francisco en la Iglesia, aquí lo aprendí. Los napurunas me hicieron bajar del segundo piso para hablarles de Dios, que ahora, para mí lo empecé a llamar Pachayaya. Sí, es verdad, bajé del segundo piso. En la misión napuruna casi todos mis esquemas recibidos en los años de formación se quedaron allí en esos años. Para mí eran nuevos tiempos, nuevos retos, nuevos desafíos, pero sobre todo nueva teología: Pachayaya y el Sumak Kawsana.
Dando formación bíblica a los kuyllur runas |
Confieso que no soy un dedicado a la cocina ni a las cosas de la casa. Manuela, Virginia y Janet y, últimamente, Hilda me cuidaban a su estilo: "oye gordo, ya muévete y haz algo me decían", pero estaban allí atentas a prestarme un cariño o un afecto fraterno. Y esto es verdad, la fraternidad es la clave en la misión más allá de las diferencias y de los gritos y de nuestras debilidades. Siempre he pensado que la vida religiosa femenina es muy compleja y desafiante. Con ellas mientras vivía en la casita misionera pude confirmarlo.